Historia Bicentenaria » Efemérides » Diciembre » Combate naval del Callao

Combate

 

Combate naval del Callao
06 de diciembre de 1880

Luego del glorioso Combate Naval de Angamos, la marina chilena inició los preparativos para el bloqueo del Callao, puerto más importante de nuestro país. Dicha operación comenzó el 10 de abril de 1880, empleando la mayor parte de buques de su escuadra, a la que se unieron posteriormente algunas lanchas torpederas.

Para contener y enfrentar a dichas fuerzas, nuestros marinos organizaron las llamadas “Fuerzas Sutiles” empleando todas las lanchas disponibles y trabajando en forma conjunta con la brigada torpedista, realizando entre otras actividades, rondas nocturnas a fin de evitar ataques sorpresivos por parte de las fuerzas chilenas.

En una de aquellas rondas, la noche del 25 de mayo, regresaba de su recorrido la lancha a vapor Independencia al mando del Teniente Segundo José Gálvez Moreno, cuando se produjo un encuentro inesperado con fuerzas chilenas en circunstancias en que fue interceptada por la torpedera enemiga Janequeo, a la que después se uniría la Guacolda.

Al trabarse el combate, una de las naves procuró abordarla pero la ametralladora y el cañón no funcionaron; ni Gálvez ni sus compañeros pensaron en rendirse; por el contrario lucharon hasta las últimas consecuencias.

Con la ayuda del guardiamarina Emilio San Martín y el practicante de medicina Manuel Ugarte, levantaron un torpedo, arrojándolo contra la más grande de las lanchas enemigas. Viendo que no detonaba, Gálvez descargó dos tiros de su revólver sobre el artefacto que al estallar ocasionó el hundimiento de su propia lancha y de la enemiga Janequeo.

En esta acción de armas murieron el guardiamarina Emilio San Martín, el practicante de medicina Manuel Ugarte –cuyo cadáver fue varado el 31 de mayo en la zona de Bocanegra- y el timonel Andrés Gouden. El Teniente Gálvez fue conducido gravemente herido a bordo de una nave chilena, cuyo comandante dispuso que por su valentía se le traslade al Hospital Baquíjano del Callao y de allí a Lima, donde se restableció. Este fue un éxito para la brigada torpedista peruana compuesta por marinos y civiles, que venía experimentando desde tiempo atrás con minas y torpedos para hacer frente al enemigo, que cada vez más cerraba su vigilancia en la bahía del Callao.

La intención era sorprender y echar a pique cualquier buque principal de la flota invasora, y ello lo logró el Alférez de Fragata Carlos Bondy secundado por dos marinos paiteños. Fue por medio de una balandra cargada con más de 100 kilos de dinamita, camuflados ingeniosamente con una provisión de víveres que atrajeran la codicia de los chilenos.

El velero de Bondy, fingiendo intentar romper el bloqueo, atrajo la atención de la dotación del Loa, en servicio de ronda ese día. Su comandante Juan Guillermo Peña, ordenó inmediatamente su captura y abordaje. Se dispuso abarloar la pequeña nave y trasbordar el botín a su buque, sin sospechar que bajo el último saco de comestibles un resorte habría de accionar el detonador de la potente carga de dinamita. A las 6 de la tarde una violenta explosión sacudió la bahía y partió prácticamente en dos al buque chileno, que en apenas escasos cinco minutos se fue al fondo del mar, llevándose consigo a su comandante y 119 tripulantes.

Esa tarde Chile perdió una valiosa nave, además de abundante provisión, pertrechos y dos modernos cañones Armstrong de 152 mm., destinados al blindado Blanco Encalada. Si bien el Alférez Bondy y sus acompañantes salvaron la vida al huir previamente en un bote, nueve marinos peruanos habían muerto antes realizando pruebas para que esta misión tuviera éxito. En efecto, en el primer ensayo realizado, la primera carga explotó antes de tiempo y segó la vida del Alférez de Fragata Gil Cárdenas y de ocho marineros.

A pesar de los esfuerzos para hacerle frente, el Bloqueo Chileno continuó, pero sin doblegar a las reducidas fuerzas peruanas que defendían el puerto del Callao. De esta manera, el 6 de Diciembre la lancha a vapor Arno de 30 toneladas, salió a efectuar su ronda nocturna de costumbre al mando del Teniente Primero Antonio Jimeno, cuya dotación la conformaban el Alférez de Fragata Juan Francisco Balta y el aspirante de Marina Ernesto Flores, acompañados de 15 tripulantes del batallón Guarnición de Marina. Esta lancha se hallaba apenas artillada con un cañón pequeño de 40 lbs. que había pertenecido a la cañonera Chanchamayo y una ametralladora, armamento que contrastaba con el gran valor y coraje de los marinos peruanos que la dotaban.

Iniciado su patrullaje, la escuadra bloqueadora pronto detectó sus movimientos en la dársena y preparó a sus torpederas para interceptarla. Entonces, cuando venía Jimeno de retorno al amanecer, de pronto se vio atacado por las torpederas Fresia, Guacolda y Tucapel, que ocultas tras del dique, estaban acechándola desde temprano y rompieron sobre ella vivísimo fuego con sus cañones Hotchkiss de tiro rápido.

En estas circunstancias, Jimeno a la vez que contestaba el fuego y viendo que los enemigos por su mayor andar siempre lo alcanzarían, tomó la audaz resolución de parar su máquina para acercarse a los contrarios y disparar sobre seguro. Cuando la Fresia se acercó aprovechando su andar de 22 millas, la Arno le disparó un certero cañonazo que le atravesó ambos costados en la línea de agua poniéndola fuera de combate y matándole algunos tripulantes. Entonces las otras lanchas pretendieron auxiliarla, pero Jimeno las obligó también a retirarse averiadas y con bastantes bajas.

Al estruendo del combate acudieron más lanchas enemigas y de nuestra parte las Urcos, Capitanía y Resguardo e instantes después rompían el fuego los buques chilenos Huáscar, Magallanes y Chacabuco a los que respondió también la artillería peruana de tierra. El combate terminó a las 7 horas 15 minutos cuando se retiraron los chilenos.

Señores: que los hechos de arrojo y valentía demostrados por nuestros bravos marinos desde los inicios de nuestra Gloriosa Marina de Guerra y las lecciones que nuestra historia nos ha dado sobre la importancia de mantenernos siempre alertas y listos con los elementos necesarios para rechazar cualquier agresión externa, sean motivo de reflexión para que en el presente y el futuro nos hallemos adecuadamente preparados para los retos que la historia nos depare. Rindamos el día de hoy el justo homenaje que merecen todos aquellos que con su sangre y valor nos dieron un digno ejemplo de abnegación y entrega por la patria, ejemplo que como marinos de guerra debemos aprender y mantener por siempre.