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Acción

 

Acción del Almirante Martín Jorge Guise en el Puerto del Callao
07 de octubre de 1824

La guerra de independencia para el año de 1823 adquirió cierta estabilidad, sin embargo, al iniciar el nuevo año de 1824 tuvo lugar un hecho que conmocionó a las fuerzas patriotas en lo político y militar: se produjo la entrega de los Castillos del Callao a las fuerzas realistas.

En efecto, el 4 de febrero de 1824 el Batallón N° 11 de los Andes, acantonados en el Callao, descontentos por la falta de pago de sus haberes, se alzó en rebelión, y entregó los Castillos del Callao a los españoles, permitiendo que los realistas recuperen sus posiciones en dicho puerto y en la capital, como lo demuestra el mando ejercido por el brigadier José Ramón Rodil en aquellas fortalezas chalacas desde el 01 de marzo, y el ejercido por Monet en Lima a fines de febrero.

Ante semejante hecho que ponía en peligro la independencia del país, el Congreso dio por concluido el gobierno del presidente Bernardo de Torre Tagle, y otorgó poderes absolutos al libertador Simón Bolívar, quien de inmediato dispuso que el Almirante Guise “penetre en la bahía del Callao y saque cuantos buques fuese posible, hundiendo aquellos que no pudiese extraer del fondeadero” (Ortiz Sotelo: 1993, 87) con el objetivo de impedir el fortalecimiento de la escuadra realista.

El Vicealmirante Guise, ni bien recibió la orden el 15 de febrero, zarpó de Huanchaco en la madrugada del día siguiente a bordo de la fragata “Protector” (su buque insignia). Cuando arribó en el Callao el día 17, intentó reconvenir en su actitud al comandante en jefe del Río de la Plata en el Castillo de la Independencia recibiendo una respuesta negativa a su requerimiento, lo que conllevó a que decidiera atacar aquel puerto. El ataque se produjo en la madrugada del 25 del mismo mes cuando el Capitán de Corbeta Robert Biset Addison (comandante de la “Protector”) e Hipólito Bouchard, junto a 56 marineros, intentaron rescatar sin éxito las fragatas “Guayas” y “Santa Rosa”, debido a la ausencia de vientos en la bahía, optando por incendiarlas.

El incendio de estos dos buques se extendió a otros seis, causando gran mella en la escuadra realista, la misma que no dejó de preocupar a Guise porque era consciente de su precariedad en víveres, agua, municiones y pagos para su dotación, y de que desde Chiloé (Chile) podrían llegar refuerzos para los españoles, como ocurrió, en efecto, el 12 de setiembre de aquel año, cuando arribaron al Callao el navío “Asia” con sus 72 cañones, y el bergantín “Aquiles” con sus 20 piezas de artillería bajo el mando del comandante Roque Guruceta.

 

Asimismo, la escuadra peruana, conformada por la fragata “Protector” y la goleta “Macedonia”, se fortaleció con la llegada de la fuerza naval colombiana conformada por la corbeta “Pichincha”, la goleta “Guayaquileña” y el bergantín “Chimborazo”, comandada por el Capitán de Navío Thomas Wrigth.

Así, las dos escuadras se enfrentaron el 07 de octubre cuando Guise ordenó a sus buques entrar en la rada del Callao. A su encuentro le salieron el navío “Asia”, la corbeta “Ica”, los bergantines “Aquiles”, “Pezuela” y “Constante”. Frente a este panorama, el Vicealmirante impartió la orden de zarpar mar abierto para formar línea de combate, a la vez que los españoles formaban la suya. A pesar de no haber podido formar dicha línea por la descoordinación de la “Pichincha” y “Guayaquileña”, Guise determinó tomar la ofensiva, siendo seguido por la “Macedonia” y el “Chimborazo”, que al poco tiempo quedó fuera de combate.

Finalmente y después de batirse con bizarría, el resultado del combate no favoreció a ninguna de las dos escuadras, sin embargo, hay que rescatar la actitud demostrada de los marinos peruanos que a pesar de su situación desventajosa, se comportaron a la altura de las circunstancias, permitiendo continuar con el bloqueo del puerto del Callao, y neutralizar así la movilidad de los realistas.