Historia Bicentenaria » Efemérides » Marzo » Ruptura del Bloqueo de Arica

Ruptura

 

Ruptura del Bloqueo de Arica
17 de marzo 1880

Luego del Combate de Angamos, el litoral sur de nuestro país quedó a merced de las fuerzas chilenas. Mientras tanto, las fuerzas peruanas que aún defendían la zona sur se encontraban acantonadas en Arica, puerto sobre el cual, el enemigo había establecido un estricto bloqueo desde marzo de 1880. En las filas peruanas escaseaban las municiones, los víveres y las medicinas, por lo que se requería auxilio urgente. Adicionalmente, desde Lima, se había contemplado el envío de la lancha torpedera Alianza, con la cual, se pretendía efectuar un ataque sorpresivo en contra de alguno de los blindados chilenos que sostenían el bloqueo en dicho puerto. Lo cierto que la única forma de transportar la torpedera y pertrechos en el menor tiempo posible era a través del mar, pero para ello había que vencer el difícil –casi imposible– escollo representado por los buques bloqueadores enemigos.

Ante el requerimiento, en los primeros días del mes de marzo el propio Piérola convocó a Palacio de Gobierno al capitán de navío Manuel Villavisencio, quien se hallaba al mando de la corbeta Unión, a fin de someter a su consideración la posibilidad de enviar refuerzos por mar para el Ejército en Tacna y Arica, ante lo cual el ilustre marino respondió: “Señor, durante los diez meses que he hecho la campaña en el he  desempeñado con feliz éxito comisiones importantes y aunque perseguido muchas veces por buques enemigos, he  tenido la  suerte de salir bien. Ahora que mando un buque mejor no vacilo en decir a Vuestra Excelencia que entraré al puerto sobre la Escuadra bloqueadora… Del regreso no puedo responder; pero cumpliré con mi deber”

Las instrucciones para llevar a cabo tan arriesgada misión, le fue dada a Villavisencio el día 11 de marzo por el Secretario de Marina, capitán de navío Manuel Villar. Los preparativos para alistar la Unión se llevaron a cabo con prontitud, y todo el día 11, hasta antes del mediodía siguiente, su dotación trabajó de manera intensa embarcando su preciada carga.  Dada la importancia de la comisión, el propio Dictador y Jefe Supremo de la República don Nicolás de Piérola se constituyó a bordo de la corbeta desde las 5 a.m, acompañado de las autoridades navales, a fin de supervisar los preparativos.

Luego, una vez embarcados los pertrechos y a la lancha torpedera Alianza, a 11:30 horas, la Unión zarpó hacia el sur, juntamente con el Talismán, que llevaba al Estado Mayor del General Beingolea, personal de artillería y material para Arequipa, vía Quilca.

Transcurridos tres días de navegación, el 15 por la tarde, en cumplimiento de las órdenes recibidas, llegó la Unión al puerto de Quilca y allí se tuvo conocimiento de la ocupación de Islay y Mollendo por las fuerzas chilenas. Esa misma noche, zarpó del referido puerto rumbo al sur, pero esta vez sin el Talismán, que se había apartado del convoy la noche anterior y confundiendo a la corbeta peruana con un buque enemigo cuando ésta se hallaba en Quilca, por lo que resolvió su retorno al puerto de Pisco.

A las 05:30 del día 16, hallándose la Unión a una distancia de 80 millas de costa y a 200 de Arica, el comandante Villavisencio decide caer hacia el rumbo 126º y de esa manera efectuar la aproximación final a su objetivo.

Con todas las precauciones convenientes, a las 04:00 de la mañana del 17, se efectuó un reconocimiento de la zona Sur del Morro de Arica y se alistó la nave para ingresar al puerto. A 04:15, estando la corbeta al oeste de la isla Alacrán, detiene su marcha y arría un bote, en el que es enviado el alférez de fragata Carlos Rodríguez, con la misión de informar al monitor Manco Cápac y a las autoridades en tierra acerca de la presencia de la Unión y la intención de su comandante de entrar al puerto.

En una hábil maniobra, y después de haberse orientado convenientemente, la Unión a 04:45 ingresó a la bahía, pasando entre los buques de guerra neutrales, colocándose sobre la máquina cerca del mismo puerto, y amarrando a boya en inmediaciones del Manco Cápac; entonces, cuando ya aclaraba, hacia las 5.30 a.m., se distinguieron los buques enemigos, el Huáscar y Matías Cousiño navegando por el Oeste en demanda de Arica. Al aproximarse dichos buques y después de haber notado la presencia de la Unión, se alejaron y el Matías Cousiño hizo rumbo al Norte con órdenes de avisar a los buques restantes de la escuadra enemiga que al momento se hallaban en Pacocha. Finalmente, a las 6.10 a.m. la corbeta Unión amarraba sus espías a popa del monitor peruano Manco Cápac que se hallaba como batería flotante para defender el puerto. Acto seguido se mandaron lanchas a su costado y otras para darle carbón.

Con la mayor celeridad la Unión desembarcó su valiosa carga y la lancha torpedera Alianza, la cual fue recibida por el Teniente Segundo Manuel Fernández-Dávila quien quedó a cargo de ella. De esta manera, la primera ruptura del bloqueo de Arica por la Unión no sólo fue un admirable acto de audacia y pericia por parte de los marinos peruanos que la tripulaban, sino que disminuida en sus condiciones guerreras por estar su cubierta obstaculizada por una embarcación que impedía maniobrar con libertad la artillería, constituyó un acto de increíble arrojo y voluntad de sacrificio.

Ni bien tomaron conocimiento las autoridades militares peruanas de la presencia de la corbeta Unión en el puerto de Arica, se dispusieron todas las medidas y facilidades convenientes para el desembarco de lo que conducía el buque y atender a la vez las provisiones que necesitara para su regreso, principalmente carbón. Fue una jornada en la cual marinos, militares y civiles sin planificación previa trabajaron en forma conjunta y coordinada para el éxito de la misión.

Tan sorpresivo e inesperado fue el ingreso a Arica de nuestra corbeta, que recién dos horas después de haber fondeado, la escuadra chilena retomó el bloqueo del puerto. El Huáscar fue el primero en llegar y entablar combate contra la Unión y el Manco Cápac, siendo sus disparos contestados por las baterías del Morro y de la Unión. A 10:30, el Huáscar se retira al oeste para reunirse con el blindado Cochrane y el transporte Amazonas que regresaban del norte. Luego, a eso de 12:00, mientras que la Unión ya había enviado a tierra su valiosa carga y le faltaba aclarar cuatro lanchas de carbón, los blindados enemigos iniciaron su aproximación hacia la corbeta, el Huáscar por el oeste y Cochrane por el norte, y 30 minutos después inician el combate contra los buques peruanos y los fuertes del Morro.

 

A pesar de la gran ventaja que contaron los blindados chilenos de disparar contra dos blancos fijos e inmóviles, y de tenerlos dentro del alcance de su artillería de grueso calibre, ninguno de los 114 tiros disparados, lograron hundir ni a la corbeta Unión, ni al monitor Manco Cápac. La corbeta peruana resistió valerosamente a tan formidable ataque, sufriendo tan sólo ligeras averías y la baja del sargento 2º Luis Hidalgo muerto heroicamente y ocho heridos, de los cuales siete eran de tripulación y un lanchero que se hallaba a bordo durante el combate. De los proyectiles lanzados por el enemigo, dos bombas reventaron en el buque y cinco en el aire, cayendo sus fragmentos a bordo y en las inmediaciones, causando los daños antes mencionados, que ciertamente fueron pocos con relación al número de proyectiles lanzados por la artillería enemiga. También los peruanos causaron algunos daños al Huáscar con varios proyectiles Armstrong y Whitworth.

Las baterías del Morro San José, perfectamente servidas, como también el monitor MancoCápac, protegían con acierto a la corbeta, disparando cada vez que el enemigo intentaba acercarse, y gracias a este apoyo la corbeta no sufrió los daños que eran de esperarse en tan desigual combate, pudiéndose asegurar que los blindados chilenos a pesar de estar en constante movimiento habían recibido proyectiles lanzados por los artilleros de las baterías. La corbeta era un blanco fijo, sobre el cual hicieron un fuego incesante sobre todo el Cochrane y el Huáscar, fuego fue contestado con rapidez y energía por los peruanos.  Cerca de las 14:40 de la tarde se retiraron los buques chilenos a unas 5 millas al oeste del fondeadero, desplegados como para impedir una probable salida de la corbeta, reuniéndose sus comandantes a bordo del Cochrane, a fin de planear cual sería la mejor manera de colocarse en la noche para impedir que la Unión escape e intentar destruirla.

 

Pero en aquel momento, la oportunidad de burlar nuevamente el bloqueo de las naves enemigas se presentaba, y aprovechando una vez más el descuido chileno, la corbeta se alistó para zarpar nuevamente, contando con la intrepidez de todos sus valerosos y decididos tripulantes para hacer en la mar la defensa del buque a costa de todo sacrificio.

Como Villavisencio no quería seguir combatiendo con el buque fondeado en el puerto y prefería desafiar a sus poderosos enemigos en el mar, a las 5 de la tarde largó anclas y dejó el fondeadero rápidamente, navegando muy cerca de la isla del Alacrán con rumbo al sur, maniobra realizada sin contar aún con la presión suficiente de vapor en las calderas para una evasión veloz. Sorprendidos una vez más, todos los buques chilenos se pusieron en marcha y emprendieron a toda fuerza y en distintas direcciones, la persecución de la corbeta, la misma que burlaba las poderosas naves en medio de vivas y aclamaciones entusiastas de la multitud de gente que coronaba el Morro y demás lugares cercanos por cuyas inmediaciones navegó al dejar el puerto. Cabe anotar que el entusiasmo de los habitantes de Arica fue inmenso; la gente acudió a la playa para contemplar a la esbelta nave sin cuidarse del repetido cañoneo de los buques chilenos. Las tripulaciones de los buques de guerra extranjeros, que fueron también testigos de aquella proeza, al momento de salir la Unión subieron a las jarcias de sus naves y despidieron a nuestra gloriosa corbeta con hurras y aclamaciones.

Poco tiempo después, y en los momentos más críticos durante su persecución por las naves chilenas, se declaró un incendio en una de las calderas, ocasionado por las llamas de la chimenea que amagaba también el palo mayor; pero atendido y combatido oportunamente, fue extinguido, sin manifestar la tripulación por este accidente desconcierto alguno.

En aquella oportunidad los marinos peruanos cumplieron con su deber demostrando en todo momento decidido empeño y un alto espíritu de patriotismo, el mismo que sirvió para llevar a cabo la difícil misión encomendada. Habiéndose librado de sus cazadores, los cuales debieron de abandonar la persecución ante la rapidez y habilidad con la que la frágil corbeta fue conducida, arribó al Callao sin mayor novedad el día 20 de marzo a las 12 m.